El día de la marmota

Tiempo de lectura: 4 minutos
Publicado por: Perú 21, 11 de Octubre del 2020

“Todos los días son el mismo y aburrido 2 de febrero. Connors queda condenado a vivir un día, en el que pasan las mismas cosas, una y otra vez”.

Phil Connors se despierta el 2 de febrero en el pueblo de Punxsutawney, Pennsylvania. Pasa un día sin mayor novedad. Un día aburrido, sin nada memorable. Un día, como la mayoría de días, intrascendente.

Al día siguiente se despierta a la misma hora. Descubre que sigue siendo el mismo día. Le toca vivir de nuevo el 2 de febrero. Todo pasa exactamente igual como el día anterior. Y lo más curioso es que él parece ser el único que se da cuenta de que se repite el día. No entiende qué es lo que pasa.

Se va a dormir y vuelve a amanecer un 2 de febrero. Todos los días son el mismo y aburrido 2 de febrero. Connors queda condenado a vivir un día, en el que pasan las mismas cosas, una y otra vez, atrapado en un bucle de tiempo del que no puede escapar.

Esa es la trama de la película El Día de la Marmota, dirigida por Harold Ramis, y en la que Connors es representado por Bill Murray (sí, uno de los Cazafantasmas), un actor que conjuga humor, frustración y melancolía. Perfecto para el rol.

Hoy vivimos (como me lo hizo notar mi amigo José Astigarraga) El Día de la Marmota. El encierro impuesto o voluntario, el distanciamiento social, la falta de proyectos nuevos, el foco en la rutina y cómo desarrollarla en un ambiente enclaustrado recuerdan el sentimiento de frustración que el personaje de Murray sufre en la película. Cada minuto genera una sensación de desperdicio.

Nos hemos vuelto monotemáticos. Ni siquiera repetimos la típica discusión aburrida, cuando no sabemos qué decir, sobre “cómo está el clima”, y la hemos sustituido por el “¿cómo te va con la pandemia?” o “¿todos bien por casa?”

El Día de la Marmota no se limita a nuestras vidas personales. Las conferencias televisivas de Vizcarra, rodeadas de sus ministros, llenas de mensajes repetidos y rimbombantes que percibimos cada vez más intranscendentes tiene el mismo efecto déjà vu que sufre Murray día tras día. Basta ver los periódicos para advertir que, más allá de alguna “swingnada” o alguna frase de Merino (o cualquier otro congresista), que refleja su altura intelectual, no hay mucho nuevo bajo el sol. Lo que más nos llama la atención son noticias sobre cuándo sale la vacuna, la única forma de escapar de nuestro 2 de febrero.

No les diré si Connors pudo escapar del Día de la Marmota. Les recomiendo ver la película. Lo que sí les puedo decir es que supo encontrar en la rutina del día a día formas de encontrar cosas nuevas, de ilusionarse con la repetición y encontrar cómo romperla convirtiéndola en algo diferente. Tiene sus ventajas poder repetir algunas cosas una y otra vez para aprender, por ejemplo, que dedicábamos poco tiempo antes a cosas que hoy notamos como importantes y que hemos desperdiciado mucho tiempo en cosas intrascendentes. Hemos descubierto que la virtualidad (una rutina nueva) nos ha acercado en muchos aspectos a los demás. Y, a la vez, nos ha hecho notar lo lejos que las pantallas nos colocan de la gente y de cómo extrañamos la calidez de su presencia.

Si Connors escapa del 2 de febrero, su vida nunca será la misma. Ese 2 de febrero, aburrido y rutinario, se habrá convertido en el día más importante de su vida. Es muy posible que a todos nosotros nos pase lo mismo.