Artículo escrito por Fiorella Zumaeta
A menudo vemos cómo nuestros políticos legislan en base a corazonadas, anécdotas o incluso buenas intenciones, pero sin argumentos sólidos que sustenten la regulación. Se proponen leyes con la frecuencia y facilidad con la que se toma una taza de café, como si el solo hecho de escribir una afirmación o una prohibición en un papel solucionaría el problema de trasfondo. Nuestros legisladores –en su mayoría– no analizan seriamente si se necesita una regulación adicional, ni identifican los costos de la regla propuesta o la existencia de opciones menos gravosas.
“Regulando con los ojos cerrados. Sobre la prohibición del uso de lunas polarizadas”
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