La tormenta perfecta

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¿Cuál es el peor desastre de nuestra historia? Está presente hoy entre nosotros, pero, aunque no lo crea, no es el COVID-19.

Estamos en el año 2030. Le preguntan “¿Cuál ha sido la situación más desastrosa de la historia republicana del Perú?”. El COVID-19 estará presente, por su cercanía y sus tremendas consecuencias. Quizás el terremoto del 70, cuya mortalidad, por lo menos hasta hoy, supera con creces la del covid.

Me inclino más por el gobierno de Velasco. La destrucción institucional democrática y económica fue devastadora. Curiosamente, quienes lo defienden destacarán sus medidas económico-sociales como expropiaciones, intervencionismo económico y controles de precios, pasando por alto el que Velasco fue un dictador. Y son esas medidas las que fueron catastróficas. Increíble defender una época a la que podemos atribuir buena parte de la destrucción del PBI, del bienestar y del incremento de la pobreza a niveles que nos ha costado décadas superar.

En firme competencia está el primer gobierno de Alan García. Nos llevó a los primeros puestos de hiperinflación de la historia de la humanidad. Destruyó la esperanza. De nuevo controles de precios, regulaciones absurdas, desmanejo económico. El terrorismo también merece un lugar. Y para desgracia se cruzó con el gobierno de García. ¿Está el COVID-19 a la altura? Será recordado como una etapa terrible. Dejará número de fallecidos importante y un daño económico dramático. Sin embargo, serán muy menores a las muertes anónimas generadas por la desnutrición, la pésima salud pública, falta de educación y oportunidades que generaron Velasco y García.

Los virus no matan instituciones. Los políticos sí. Pueden destruir la institucionalidad y el Estado de derecho. Pueden desbaratar las reglas de convivencia básicas y los incentivos que generan paz y bienestar.

Este Congreso ha entrado a la competencia. Ha dado normas que controlan precios bajo la falacia de ir contra “el precio habitual” y no respetar “los costos” (bajo los auspicios de la ignorancia económica del defensor del Pueblo) con figuras de gran difusión en el velasquismo como el acaparamiento y la especulación. Pretenden reducir y controlar intereses, precios, pensiones educativas, arrendamientos y todo lo que a los gobiernos socialistas les encanta controlar para ganar aplausos mientras destruyen el futuro.

En muy pocos meses, se convirtió en el peor Congreso de la historia. Un “mérito” el haber destronado al último manejado por la horda irresponsable e irreflexiva fujimorista. El anterior nos condujo al inmovilismo y al caos. Este nos conduce a la destrucción de todas las reglas de juego que han permitido la reducción de pobreza y el ahorro público que hoy nos mantiene a flote gracias a los impuestos que pagaron los peruanos en virtud del aumento la productividad.

Es una tormenta perfecta: una pandemia mundial mezclada con un Congreso de terror, sin capacidad de nada que no sea devastar en medio de la destrucción del virus. Está rodeado de tontos útiles que les dan ideas y aplauden su irresponsabilidad sin reflexión ni razones.

Al menos para el COVID tenemos la esperanza de una vacuna. Tarde o temprano se irá. Pero el daño que deja el Congreso, como los daños de Velasco y Alan García, nos acompañará por muchos años. Incluso, luego de que hayamos olvidado la pandemia.