09/08/2014 El Comercio de Perú
Hace poco más de un mes publiqué en esta misma columna un artículo (“Una facturita”, 5 de julio del 2014) en el que cuestionaba una publicidad de la Sunat que buscaba hacernos sentir mal por pedir factura por gastos personales. Mi crítica buscaba hacer notar que –dado que la justificación oral de un impuesto radica en cómo se gasta– la Sunat no tiene autoridad moral alguna para hacer sentir mal a nadie. Pero lo cierto es que la moralidad de los impuestos no solo tiene que hacer con el gasto sino también con los ‘artilugios’ creados para cobrarnos.
Otra facturita
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